miércoles, 29 de octubre de 2014

Comunidades lectoras

A mi juicio, uno de los errores más comunes al momento de implementar un proyecto de impacto comunitario está dado por la desvinculación con la colectividad que se pretende trabajar. Brenda Bellorín y Carmen Martínez lo saben y han elaborado esta guía. Comunidades lectoras: Guía para propiciar la lectura en su entorno es un texto que establece las bases mínimas necesarias para iniciar un proyecto comunitario, así como la crónica de dos proyectos del Banco de Libro venezolano. Uno de ellos en medio de la tragedia de Vargas. Entre otras virtudes, este libro nos permite dimensionar el papel del mediador o facilitador de estos procesos.

BELLORÍN, Brenda y Carmen Martínez: Comunidades lectoras. Guía para propiciar la lectura en su entorno, México, CONACULTA, 2006, 47 p. (Pasamanos de Alas y Raíces).

lunes, 6 de octubre de 2014

Ana Karenina

Durante muchos años evadí su lectura. Confieso que el grosor me daba pereza. Fue mediante el grupo virtual de lectura, en Facebook, "Corre, lee y dile". Más allá de este visible dato, sólo sabía de él, como referencia, por las clases de Español en la Secundaria (a las cuales, por supuesto, no ponía la atención necesaria). Es así como el título se grabó en mi memoria. 


Publicada como folletín de la revista Ruskill Véstnik (El mensajero ruso), Ana Karenina se convertiría en una obra maestra de la literatura universal. Wikipedia consigna, al menos, diez adaptaciones cinematográficas.

Se dice que Tolstoi la comenzó a escribir en medio de una crisis moral e intelectual. Inicia con una sentencia lapidaria: ''Todas las familias dichosas se parecen entre sí, del mismo modo que todas las desgracias tienen rasgos peculiares.''

La primera parte nos plantea las siguientes historias: la infidelidad de Oblonsky a Dolly; la declaración de amor, mal correspondida, de Levine a Kitty; el enamoramiento encausado de ésta a Wronsky y la seducción de este último ante la belleza de Ana Karenina, la cual, parece, será el eje del argumento.

Estamos frente a una de las máximas exponentes del realismo (reflejo de la realidad). En estas primeras páginas, Tolstoi deja entrever la fe cristiana que entonces profesaba. La lectura, en general, es relativamente ligera. Ojo con los diversos nombres utilizados indistintamente por el autor. También encontramos algunas voces rusas (Semstevo, isvostchiks, muijiks, lapti) y otras más en italiano, inglés y latín.

Es admirable la capacidad de Tolstoi para retratar con palabras una escena. Así ocurre cuando Grincha juega con el botón de Dolly mientras ésta le lee. Un acto intrascendente para la historia, pero que sirve para decir, implícitamente, mucho. Por otro lado, el texto sacude estereotipos personales. Por alguna razón, siempre concebi a la Rusia del siglo XIX, muy distante de Europa. El texto me resalta mi error. 

Como anticipadamente lo dejaba ver el autor, mediante las sospechas del padre de Dolly, Kitty se ha quedado como el perro de los dos huesos. Wronsky sucumbió al encanto de Ana, y ésta a la gallardía de aquél. Tolstoi nos describe una aristocracia superficial e hipócrita. Observamos cómo el hablar de la vida de otros es tema de conversación desde hace varias décadas. Sin embargo, el sentido común de algunos también hace acto de presencia: ''Que estemos libres de semejantes sombras no quiere decir que tengamos derecho a juzgar los actos ajenos.''


Por otro lado, las miradas y la cercanía entre Ana y Wronsky no pasan desapercibidas para Alejo Alejandrovich. Le duele la posible traición de su esposa, pero más le duele el qué dirán. En las antípodas de esta postura está Levine, hombre humilde por convicción: ''Si soy feliz es porque me contento con lo que tengo y no me apeno por lo que no puedo lograr.'' En esta parte, también, encontramos el enfrentamiento de las visiones del mundo urbana y rural. Tan universal como las pasiones humanas.

¡Qué sutileza y elegancia del autor para referir la consumación del amor entre Ana y Wronsky: ''Lo que para Wronsky había constituido últimamente el único objeto y la única ambición de su vida, ambición que sustituía con ventaja a todos sus anteriores anhelos; lo que Ana se le había antojado algo imposible, y, por eso mismo tan subyugador como un sueño lleno de suprema felicidad; todo esto se había realizado para ambos por fin.''

Hay dos confesiones cruciales en esta parte. Ambas emanadas de la boca de Ana: una a Wronsky y la otra a Alejo. El capítulo XXIII es trepidante por sí mismo. La conversación entre Dolly y Levine propicia que la primera ponga el dedo en la llaga del segundo. Ignoro si en alguna otra obra literaria de la época se exprese tan claro y contundente la desigualdad entre las manifestaciones amorosas de los géneros, como la sentencia expuesta por Dolly: "Ustedes puede escoger libremente a la que aman, mientras que la mujer ha de esperar a que un hombre se diriga a ella. Ellas tienen también sus sentimientos y sus predilecciones, pero no los pueden manifestar."

Alejo Alenjandrovich está herido en su orgullo de hombre y de macho. La posibilidad de un duelo es eso: una posibilidad que en nada cambiará las cosas ("palo dado..."): "el hecho de que yo provocara el duelo no me devolvería la honra..." La carta que envía a Ana, no sólo busca "salvarla", sino mostrarse generoso con ella.

Nuevamente vemos una burguesía desdeñosa y superficial (el momento en que Dolly se dirige a Tania en francés -en presencia de Levine- y la exigencia de que la niña responda en el mismo idioma, o la queja de aburrimiento de Elsa Mercalova). Por otro lado, Wronsky encuentra en el príncipe el fiel reflejo de su personalidad. Aparece un personaje, que por la charla que sostuvo con Wronsky, puede ser importante para futuros acontecimientos: Serpujovsky. Creo que la escena crucial de la tercera parte es cuando Wronsky y Alejo se encuentran en la casa del segundo.

Hasta ahora me cuesta trabajo otorgar mi simpatía o antipatía por alguno de los personajes. Las palmas se las ha llevado Tolstoi. Las relaciones matrimoniales de los Karenina buscaban ocultar lo que ya muchos sabían o sospechaban. La encomienda con el príncipe imposibilitó que Wronsky viera a Ana. Esa necesidad propicia que los Alejos se encuentren, frente a frente, en casa de Alejandrovitch. La salida más inmediata es el divorcio, pese al qué dirán y pese a sus creencias religiosas.

Ana cuenta a Wronsky un sueño perturbador y Alejo debe aceptar la invitación en casa de Arcadievitch, con todo lo que ello implica. En dicha reunión se vuelven a encontrar Levine y Kitty. El juego de adivinar las frases es un reto extra para el lector que quiera asumirlo. Ana enferma. Levine y Kitty se comprometen. La intolerancia de Ana por Alejandrovitch crece: ''Sí, le odio por su abnegación, por la pureza de su alma.''

En la cuarta parte encontramos los claroscuros de la vida: por un lado, el triángulo fatal de Alejo-Ana-Wronsky (con los nubarrones de tragedia que envuelve la trama) y por otro, el amor de Kitty y Levine (con la ansiedad e inseguridad del primero). Hay un personaje que parece conducirse con cálculo y frialdad: Esteban Arcadievitch. 

Durante gran parte de este segmento me pareció una narración lenta. Los requisitos eclesiásticos que tenía que cumplir Levine fueron solventados. Llama la atención su condición, por llamarla de algún modo, de comunista-católico ortodoxo. Levine me causa desesperación. Su inseguridad lo lleva al extremo de pensar en suspender la boda, ¿acaso no era eso lo que más anhelaba? La estadía de Ana y Wronsky en Italia, es el marco donde el segundo reparó en que sus expectativas de estar con la amada fueron mayores que la realidad. Todos los encuentros con el pintor Mijailov fueron, a mi gusto, somnolientos.

Por otro lado, la exigencia de Kitty para acompañar a Levine en la visita a Nicolás y la actitud de Ana ante actos intrascendentes de Wronsky, son ejemplos de un amor asfixiante. Supongo que era el ideal de la época. El deceso de Nicolás fue penoso y dramático, no obstante su actitud hacia el sacerdote y el último sacramento es un gesto de gratitud a Kitty.

Según mi juicio, la historia vuelve a tomar dinamismo cuando Ana le envía la epístola a la condesa Lidia. El autor refiere que Alejandrovitch ''no estaba tranquilo. No se enteraba de lo que leía y no podía apartar de su mente las dolorosas reminiscencias del pasado. Un recuerdo le mortificaba especialmente: el de la forma en que había recibido la confesión de infidelidad de Ana cuando regresaba de las carreras. Lo que más le abochornaba era haberse limitado a exigirle que guardara las apariencias en vez de desafiar a Wronsky. También le atormentaba el recuerdo de aquella carta que había empezado a escribirle, y el de su inútil perdón, y el de sus desvelos por aquella criaturita que no era hija suya; todo esto le producía una insoportable sensación de vergüenza.'' ¿Vergüenza con él mismo, con la sociedad, con su escala moral? Vergüenza con su proceder, sin duda: recto, inflexible. Alejandrovitch es producto de una infancia dura, misma que exhibe en los momentos comunes con Sergio. El segmento concluye con las dudas de Ana, la añoranza de ésta por su hijo, el arrebato de emprender su encuentro. Ana, que hasta ahora ha mostrado un carácter firme y que lo mismo enfrenta la descalificación social, que rompe paradigmas se enfrenta a su propia frontera: el amor a Wronsky.

La sexta parte tiene en común la inseguridad de Levine (por Kitty) y de Ana Karenina (por Wronsky). La visita a la finca de Esteban y Dolly, además del galante Weslowsky incomodan un tanto a Levine. Weslowsky no pierde oportunidad en ser seductor, no sólo con Kitty, es su forma de vida, misma que comparte con Esteban: "¿Por qué no si esto es una diversión para ti? Ça ne tire pas à conséquence. Mi mujer no sufrirá ningún daño por esto y yo habré pasado un buen rato. Lo que no debe uno dejar de hacer es respetar al santuario del hogar. La casa es sagrada. Pero fuera de ella no hay que dejarse atar las manos."

El fragmento donde van de cacería me recordó Los Santos Inocentes. Levine actuó pensando en él, y no en los demás, como muchos de los personajes. Veo en Dolly una tenue envidia hacia Ana. Ésta hizo lo que quiso, sin importarle nada. Dolly, en su momento, se dejó convencer por su cuñada. Para Dolly su matrimonio ha sido un sacrificio, así lo expresa a sí misma en el camino a casa de Wronsky y Ana. Estamos en un momento de transformación del agro ruso: la tecnificación, de ahí las constantes referencias a la implementación de maquinaria agrícola.

Contrario a las damas de aristócratas que se aburren tremendamente, Alejo Wronsky no tiene tiempo para ello. Las labores del campo lo absorben. Sigue imperando en la mayoría de las relaciones "lo políticamente correcto", como muestra la pregunta que calla Dolly ante Ana, en torno al apellido de la niña.

La séptima parte es de gran emoción. Hay un momento donde Ana manifiesta, a mi juicio, un amor propio mezclado con soberbia, autocompasión y generosidad, es cuando habla con Levin: "Diga usted a su esposa que siento por ella el mismo afecto que cuando la conocí, y que si no me puede perdonar a causa de mi situación, le deseo que nunca me perdone, ya que, para perdonarme, habría que pasar por lo que yo he pasado, y eso no se lo desearé jamás." Hay un momento en que los celos y la inseguridad de Ana me exasperaron, al grado de recordar alguna frase de mi pasado: "Todas las historias de amor tienen el germen de historias de odio". El parto de Kitty me trajo a la mente el cuento de "La Tona", de Francisco Rojas González. Ana reacciona como algunos de nosotros (encabezo la lista): recordamos discusiones de hace siglos. La determinación de Ana se anuncia con antelación, sin embargo, teniendo el antecedente de la Cuarta Parte, es un juego que hace el autor.

La ocatava parte rompe con el vértigo de la narración. Si bien, Wikipedio menciona que Ana Karenina está inspirada en la hija de Dostoievsky, también se sabe que la obra fue escrita después de una crisis. Por ello no me resulta extraño todo el planteamiento teológo-filosófico con el que acaba.

TOLSTOI, León: Ana Karenina, Barcelona, Editorial Sol 90, 2002, 651 p. (Biblioteca de la Literatura Universal).